domingo, 21 de marzo de 2010

PERGAMINO NÚMERO TRES

Tercer Mensaje.

“Todo el que tenga en su hogar una vela, debe encenderla para

 esta fecha: Abril 3 del 2010”.
“Esta es la luz guardiana. La intención es la protección”.
“El torbellino pasará y esas velas no se apagarán, aunque se caigan”.

“Este es el círculo de protección y de Luz,
Quien visualice esto, no temerá calamidad”.


CÍRCULO DE PROTECCIÓN.

Visualice que está dentro de la pirámide. Debe hacer primero su invocación personal, de pie, con las extremidades juntas y las manos en el pecho en forma de oración. Luego incline el tronco, hasta la mitad del cuerpo, con la espalda recta. Se levanta el tronco, se abren las piernas (moviendo sólo la izquierda), ascendiendo las manos desde el corazón hasta arriba, en forma de oración, hasta la coronilla, pasando muy cerca del cuerpo (corazón, cuello y cara). Con las manos encima de la cabeza, mire hacia arriba y ábralas, descendiéndolas hacia los lados, hasta la altura del corazón, siempre orientadas hacia arriba. Cuando las manos ascienden, se inhala, cuando descienden, exhala. Este movimiento de manos hay que hacerlo siete veces. Luego se sienta en el suelo, con las plantas de los pies juntas y las palmas juntas, en posición de loto. Espalda derecha, cierre los ojos y respire profundo, tres veces. Puede quedarse así en meditación el tiempo que desee. Empiece a visualizar un círculo de fuego dorado y rojo rubí, que le rodea, en un círculo que asciende, y al ascender, poco a poco, las puntas del fuego se van transformando en una cúpula azul claro, de cristal. Está rodeado entonces de una burbuja redonda de fuego color dorado y rubí abajo, y azul cristal arriba. Se invocan a los Guías y los Maestros Espirituales, y ellos le rodearán, con sus manos apuntando hacia la cúpula de protección, incrementando así la protección y la luz. Esto hay que hacerlo en la mañana antes de salir, y en la noche, al regresar a casa.
Marzo 15 del 2010.


LA CANALIZACIÓN.

Andreah tiene mucho dolor. Las “muelas del juicio” le han salido desde ayer. No ha podido dormir, y tiene la cara hinchada. A pesar de esto, ella continúa sus clases de medicina, en un esfuerzo por simular que nada nuevo en su vida ha pasado. Hace tres días que la estoy esperando, sólo el insoportable dolor ha hecho que venga hasta mí.

-Estoy viendo la pirámide ahora mismo-. Dice Andreah, ya en terapia. -Entrando en ella, puedo ver que estoy como más grande, soy un poco mayor. Me siento en el escalón antes de llegar al altar. Aparece. Aparece esa persona que está ahí y me toca el hombro. Está vestido de blanco, sólo veo una luz blanca-.

-¿Qué haces?-. Dice el Maestro.

-Me duele. Dice Andreah, casi a punto de llorar.

-Te has descuidado.

- ¿De qué?.

-De atenderte. Tienes que pensar en ti. No tienes que enojarte. Ese dolor que tienes en el corazón, lo has guardado desde hace mucho tiempo, aún no lo has transformado, lo aplazaste. Ponte de pie-.

El Maestro toma las manos de Andreah, palmas arriba, las asciende lentamente y las une en su corazón, como preparándola para orar.

-Andreah, tienes que hacer lo que tienes que hacer. No te voy a dejar sola, pero tienes que poner de tu parte-. Diciendo esto, el Maestro pone sus manos en la cúspide de la cabeza de ella y le pide que se arrodille. Andreah permanece con las manos en el pecho y respira lento, tres veces, mientras siente como una luz blanca sale de las manos del Maestro y desciende como una corriente, a través de su espalda. Respira profundo.

-Tienes que sacarlas. La derecha y la izquierda, pero sólo las de abajo-. Continúa el Maestro, refiriéndose a los molares. -¿Te sientes mejor? ¿Por qué no viniste anoche?

-Me sentía mal, el dolor no me dejaba-.

-No importa, por lo mismo. Tú no tienes fe. Eres difícil de convencer-.

Andreah siente que le está vibrando la cabeza. Conteniendo las ganas de llorar, intenta respirar profundo.

-No sé por qué no me crees, tampoco tengo yo que demostrarte nada. Eso es problema tuyo-. Continúa el Maestro, severo, pero sonriendo. –Tengo que mostrarte algo. Cierra los ojos y Respira-.

El maestro pone su mano derecha en el entrecejo de la joven, y ésta comienza a temblar. Aparece Betzhabeth, su Guía, quien se arrodilla, inclinándose ante el Maestro, el cual aprueba su presencia acariciándole levemente el cabello. La Dama se acerca a Andreah y pone sus manos en el corazón de la joven. Maestro y Guía se elevan, tomándose de las manos, descendiendo luego en círculo, rodeando a Andreah, como en una rueda de protección. Andreah percibe cómo aparece un círculo dorado, como de fuego, que la rodea, mientras ella se encuentra sentada con las manos juntas en el pecho.

-Este es el círculo de Protección y de Luz. Quien visualice esto, no temerá calamidad.

Andreah abre los ojos deseando observar mejor, y ve al Maestro del lado derecho y a su Guía del lado izquierdo, tomados de las manos. Ve cómo hay un fuego dorado y rubí que sale de la base, en forma de círculo, que asciende, transformándose en una cúpula azul claro. Como un círculo de protección.

-¿Este es el tercer mensaje?. Pregunta Andreah.

-No, esto es para tí. El tercer mensaje es una Runa. Visualiza que estás dentro de la pirámide. Debes hacer primero tu invocación personal, de pie con las extremidades juntas y las manos en el pecho en forma de oración. Luego inclinas el tronco, hasta la mitad del cuerpo. Levanta el tronco, se abren las piernas, ascendiendo las manos desde el corazón hasta arriba, en forma de oración, pasando muy cerca del cuerpo. Luego mira hacia arriba y las abres, descendiéndolas hacia los lados, hasta la altura del corazón, siempre orientadas hacia arriba. Cuando las manos ascienden, respira profundo, cuando descienden, bota. Esto hay que hacerlo siete veces. En la mañana y caída la tarde, dependiendo de la persona. Luego se sienta en el suelo, con las plantas de los pies juntas y las palmas juntas, en posición de loto, cierra los ojos y respira profundo, tres veces, se queda en meditación el tiempo que desee. Empieza a visualizar un círculo de fuego dorado y rojo rubí, que te rodea, en un círculo y que asciende, y al ascender poco a poco en la parte superior se va fusionando con una cúpula azul claro, de cristal. Se invocan a los Guías y los Maestros Espirituales, alrededor, con las manos apuntando hacia la cúpula, y se queda un rato, dependiendo-.

-Acompáñame-. El Maestro Guía a Andreah hacia la siguiente cámara de la pirámide que está al fondo a la derecha. Te tengo una sorpresa-. Andreah se deja guiar, sollozando en silencio.

-Aún no estás lista-. Le dice el Maestro, ya en el umbral de la puerta. Allá adentro hay una sorpresa para ti. Tú Guía lo sabe, pero aún no estás lista, todavía no puedes entrar-. El Maestro la conduce al lado derecho de la pirámide. Allí le muestra un candil dorado, con un velón blanco.

-Esta es la luz guardiana. Todo el que tenga en su hogar una vela, debe encenderla para esa fecha. Abril 3 del 2010. La intención es la protección. El torbellino pasará, y esas velas no se apagarán, aunque se caigan-.

Juntos regresan atravesando la sala del altar, y descienden los escalones.

-¿Estás tranquila ahora?.

-Si.

-¿Recuerdas el sueño de anoche?.

Andreah intenta recordar. No veo nada, dice. Veo un ojo, como en tinta negra, abierto, el ojo que todo lo ve. No recuerdo. Betzhabeth intenta guiarla hacia el momento del sueño. Hay tres cosas importantes, sólo veo el ojo, pero hay otras dos, no las veo. Andreah se resiste.

-No ves nada porque estás pendiente al dolor-. Le dice el Maestro. -Ahí está el cuarto mensaje. Búscalo aquí, en el lado derecho de la pirámide-. Continúa el Maestro.

-¿Por qué la pirámide adentro es cuadrada, si es un triángulo?. Pregunta Andreah, con inocencia.

-Es así como tú la quieres ver. Esto es una pirámide-. Dice tajante el Maestro.

-No lo recuerdas-. Le dice el Maestro, llevando a la joven a la pared derecha de la pirámide, en la que le muestra tres ondas horizontales en uno de los bloques. Ella avanza y sigue tocando los bloques dorados, mientras en uno de ellos, aparece una estrella, proyectándose hacia ella. Es una estrella de seis puntas, de color blanco.

-Esta es la Estrella de David-. Le enseña el Maestro. –Significa el camino. Ella nos guía en el Camino-.
La estrella sigue me mueve hacia adelante, hasta penetrar en el corazón de la joven.

-Recuerda la forma de la estrella, que debes proyectar siempre en tu corazón. Recuerda también la pluma que te he puesto. Recuerda la pluma y la estrella-.

Andreah observa su espalda a la altura de la curva lumbar, en el centro, y siente una incrustación, como una cuña redonda en su columna, que termina en una pluma azul y morado, que apunta hacia el cielo.

-Esta pluma te recuerda la Misión.

-¿Por qué una pluma?.

-Por el aire, por la tierra. Ella simboliza las dos cosas.

-Y la luz de la Estrella de David, que todos tenemos, es la que guía el camino hacia la Misión. No debes creer en nada más, ni en nadie más, debes concentrarte en tu Misión, estás perdiendo tiempo.

-¿Hay algo más de deba saber?-. Pregunta Andreah con deseos de regresar.

-Aún no recuerdas el cuarto mensaje, está en tu sueño. Esto que te acabo de decir es sólo para tí. Aquellos que crean, lo experimentarán, simplemente sucederá. Lo demás, hay que hacerlo, pero esto que te acabo de contar, simplemente sucede, de eso me encargo Yo. Pero pueden ayudarse visualizando la estrella, que sale de su corazón y ella los guía, hacia la Misión-.

El Maestro abraza a Andreah, le besa la frente, acaricia sus cabellos y la observa lentamente, sonriendo, le dice que todo va a estar bien.

-No debes alejarte de mí. Dile a tu Guía que Yo te he dicho esto. Pronto estarás lista para el cuarto mensaje. Cuando estés mejor en el cuerpo físico, y en Espíritu. Debes meditar mucho. Tres días. Debes prepararte meditando-.

-¿Por qué no has entendido que Yo las escogí?. Esto no es gratis, debes entregarte en cuerpo y alma. Ahora y siempre, como estuviste alguna vez, como cuando eras mi caballero…-

-Soy un hombre-. Dice Andreah, confundida. -Soy un Señor. Me llamo Felipe, estoy encerrado como en un calabozo. Me encerraron porque creía en Él. ¡Ya no voy a creer más en Él!-.

Andreah estalla en llanto, mientras repite una y otra vez la misma frase. Su Guía la acompaña, intenta calmarla, le pide que respire profundo.

-¡Estoy cansado, no voy a creer más en Él porque me persiguen. ¡Me quiero matar! El se fue y nos dejó esperándolo. No me quiso llevar. Yo lo seguía, yo era su discípulo-.

Entre llanto y gritillos de dolor, Andrea hace una pausa en su relato.

-¡Sáquenme, sáquenme, sáquenme de aquí!. Hay una flor aquí, es la Flor de María, oh María, una flor que ella me trajo. Es roja y se está secando. ¿Por qué no me dan agua?. No me dan ni agua. ¡Yo me quiero ir de aquí!-.

Betzhabeth acompaña a Andreah, quien solloza y suspira. La acaricia, le pide que observe de nuevo y lo revise todo con más detalles.

-Es de día, es la misma hora. Las tres de la tarde. Soy un hombre, me llamo Felipe, soy alto, tengo barba y cabello negro. Tengo como una tela que me cubre, tiene una cruz roja, es lo único que veo porque estoy de espaldas. Esto es una cueva, todo es de piedra, estoy de pie, tratando de mirar a través de un hueco que tiene como dos, tres tubos, pero no alcanzo a mirar bien, está muy alto, me llega como a la frente. Miro la flor que está allí, cómo se está marchitando todos los días, eso me desespera. Al principio oraba, ya no. Ya no creo en Él. ¡Me está doliendo la muela!. Me quiero matar, y ni siquiera tengo con qué. Quiero cortarme las venas de este brazo. Me agarro la cabeza. Ya no voy a creer más en Él. Me traicionó. Me dejó sólo-.

Andrea llora intensamente.

-¡Ya váyanse de aquí ustedes!. Aquí hay una Luz, alguien que Él mandó, pero yo no quiero escuchar a nadie. Eso tenía que pasar. ¿Tú qué sabes?. ¡No sabes nada!. El me traicionó. Tiro una sábana que hay sobre un cemento que es donde yo duermo. Ya llevo nueve días aquí, comiendo unas migajas de pan viejo y una leche amarga. ¡Una porquería!. No me he bañado. El me abandonó. Siempre me abandona. Ya no voy a confiar nunca. No digas eso, cálmate. Me tiro en el piso, me duele la cabeza, me duele la muela. Tengo sed. Tengo la muela picada. No fue ninguna traición, cálmate. No quiero oír nada, me tapo los oídos. Yo quería que se quedara, quería aprender a sanar. A curar a la gente. ¡Y no hago nada!. No soy nada sin Él. Vuelvo a ser el mismo que era antes, un obrero. Ya nadie cree en mí. Ya nadie cree. Yo tampoco voy a creer en Él.

Él se pudo salvar, yo lo conocía. Yo conocía su poder. ¡Ay!, era mucho Amor, era mi Amigo, era mi Padre.

Me vienen a buscar, dicen que me van a matar. Yo digo que sí, que ya estoy cansado, me amarran las muñecas a la espalda. La Luz se queda del lado derecho de la puerta, pero después se va, conmigo. Qué alivio, se va a acabar esto. Hay un soldado delante y uno detrás, llevan unas lanzas, vamos caminando por los calabozos, y yo voy con la cabeza inclinada, voy llorando, yo digo que lo odio, que lo odio. Eso tenía que pasar.

No es verdad, eso no tenía qué pasar. ¡Cállese!. Me pegan en la costilla, y no me puedo sobar. ¡Malditos!. Levantan mis manos, me amarran en un palo, parece que me van a ahorcar, pero no ahora, cuando caiga el sol. Primero me amarran las manos, sólo las manos, arriba, después empiezan a agarrarme del cuello. No quiero mirar al cielo, nunca más lo voy a llamar. Nunca se reveló. ¡Podía hacerlo!. Me dejó aquí sin saber nada. La Luz está a mi lado. ¡Ay, me duele mi cuerpo!. ¡Ay, siento frío!. El me dice que me ayudó para que no sufriera, yo sólo sentí que me faltó el aire, pero ahora no lo siento. Ya no siento nada. Aquí estoy, por decir que sí, por decir que era su discípulo. ¿Por qué no lo negué, como Pedro?.

Estoy viéndome muerto. Hay un ángel. Acompáñame. No quiero nada de ustedes, no quiero nada. No quiero verlo, que no, déjame. Me quedo ahí, viéndome, con la cabeza tendida. Yo tenía una familia, una esposa y una niña, ellas están allí, abrazándose, yo me acerco a ellas, no me ven. Ya me están bajando. Mi mujer se arrastra, se me tira encima y llora. No me oye. Esto es culpa de Él. No hay por qué odiar. Tú no eres así, estás confundido. No puedes quedarte así, yo te espero. Aquí me voy a quedar, con mi familia. Mi hija es pequeña, ella no entiende qué pasó, sólo llora. No debes sentir odio, debes entender. No voy a entender todavía, todavía no. El me abandonó, eso es lo único que sé, ahora yo lo voy a abandonar a Él-.

-Me voy a quedar aquí siempre-. Susurra Andreah. Betzhabeth, en una asistencia de Amor y Luz, intenta ayudar en la despedida de su familia. –No me voy a ir. No quiero nada de Él. Nunca. Me dejó sólo. Él se fue. Me voy a quedar aquí, siempre-.

-¿Por qué?-. Le pregunta Betzhabeth.

-Me dejó sólo. El se fue, para salvarnos-. Andreah repite esta última frase. Y en una reflexión, se queda en silencio.
-Ya es suficiente-. Dice el Maestro. Ya viste lo que tenías que ver. Andreah vuelve a la pirámide, lo abraza, y llora largamente.

-Aún no me has perdonado-. Le dice el Maestro. –Ahora descansa-.

Marzo 15 del 2010.

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