domingo, 21 de marzo de 2010

PERGAMINO NÚMERO UNO


Primer Mensaje

“Yo soy el Camino, y el Camino es el Amor”.

“Yo Soy el Fuego Interior, que está dentro de tu corazón”.

“El fuego interior está en la pirámide de tu corazón”.

“Todos los Seres Humanos deben reactivar el Fuego Interior de su corazón a través de la pirámide.

Deben hacerlo ahora, porque se les está acabando el tiempo”.


-Ese es el primer Mensaje-. Indica el Maestro. -Para reactivar tu Fuego Interior, debes purificar tus cuerpos, y para eso debes utilizar la pirámide. Las pirámides son un lugar de meditación, de Sanación, una fuente de purificación, una fuente de Luz conectada con la Gran Energía Universal-.

-Cada Ser debe visualizar la pirámide en su entrecejo, el corazón, el ombligo, los genitales, las rodillas, y en los pies, juntos. En cada lugar, la pirámide generará un estado de limpieza, purificación y reactivación del Fuego interior, que lo reconectará con la energía Divina. La terapia debe ser realizada con Fe, iniciando con una invocación al Dios Supremo, a quien le pedirás la purificación y la sanación para tus cuerpos. Luego se pone la pirámide en cada lugar, en el orden estipulado, el tiempo que se considere necesario…

-Maestro. ¿Puedo decirlo?. ¿Puedo contar esto que me has dicho?-. Pregunta Andreah.

-Claro que sí. Ellos lo saben, pero ahora hay prisa por hacerlo. Se está acabando el tiempo-.

Marzo 3 del 2010.


LA HISTORIA DE LA CANALIZACIÓN DEL MENSAJE.

-Mi hija es una niña especial-. Dice el hombre de camisa gris y portafolio negro que ha tocado a mi puerta. –Ella necesita ayuda médica, pero también una orientación espiritual, por eso vine aquí-. Continua diciendo, mientras saca su pañuelo húmedo y se seca el rostro. Es la una de la tarde, y a punto de partir, observo a este ser de mirada triste y pensamiento desconfiado acomodarse en la silla y sacar unos papeles que organiza rápidamente mientras habla. Sin comprender del todo qué significan sus primeras palabras, escucho atenta su historia.

La primera vez que Andrea tuvo ese sueño, tenía cinco años. Eran las cinco de la tarde. Sudorosa y sollozando, baja con sus pies descalzos las escaleras y abraza a su padre, y con palabras cortitas y atropelladas, habla de un ojo pintado con ceja, de una pirámide, de unas palmeras, y agua, mucha agua salada. Daniel la escucha y la acaricia, le da agua de beber, la sienta en sus piernas, le enjuga las lágrimas. Todo ha sido un mal sueño. Dijo.

Pero no era así. Las imágenes seguían apareciendo en su cabeza al dormir. Un ojo prolongado con pintura negra y una ceja, luego una pirámide que se acercaba a ella, sacudidas en la cabeza y las imágenes que comenzaban a girar dentro suyo. Luego paró.

A los trece años, el sueño volvió, y además de lo que sentía, a Andreah se le hinchó el abdomen, y luego todo el cuerpo. Los médicos le dijeron que sus riñones habían fallado. Una enfermedad que nació con ella, o que comenzó desde pequeña, dijeron los especialistas. Han sido siete años de lucha, de sufrimientos, de búsqueda, de llanto, de desesperación. Andreah ya no quiere vivir, le tiene miedo, mucho miedo a lo por venir.

Pero más miedo le tiene al ojo ese que se le aparece. Es como una fotografía que la asusta cuando se acerca, dentro de su cabeza. Y está también eso de la pirámide, y luego las olas que se lo llevan todo…

-La semana pasada estuvo hospitalizada. Sigue hinchándose, aún con medicinas. Llora mucho, nosotros también, por eso he venido aquí-. Me dice. -Porque queremos (mi esposa y yo), que ella tenga otras alternativas. Y sobre todo, porque queremos que ella tenga una guía espiritual-

Me quedé en silencio. Yo soy terapeuta Reiki, pero la mayoría de mis pacientes buscan el alivio físico, no el espiritual. Inquieta ante la fe y la perseverancia del padre de Andrea, le pido que la traiga a cita, y -veremos qué pasa-. Digo con palmadita en la espalda, justo antes de cerrar la puerta.

Eso fue hace tres años. Ahora soy Maestra Reiki, y Andreah es mi más fiel discípula. Aunque no tan disciplinada con eso de las terapias de auto reiki, viene a mi consulta una vez por semana desde entonces, aunque ha sido tres veces a la semana desde que apareció la pirámide.



Una tarde, mientras estábamos en consulta, Andrea comenzó a temblar, todo le daba vueltas, era como si le vibrara la cabeza. Durante la sesión de Reiki, y haciendo una terapia de relajación a través de la respiración, le pedí que me describiera lo que sentía, y fue cuando vio de nuevo aquellas imágenes que tanto le daban terror. Llorando, Andreah huía de las imágenes que pasaban en el medio de sus ojos, hasta que decidimos hacerle una terapia de retorno.

Consciente de todo, con los ojos cerrados, y durante una terapia de Reiki, Andrea retornó al primer momento en el que vio la pirámide. Tenía trece años, y corría por un bosque de árboles color caramelo, mientras con sus pies descalzos levantaba las hojas que caían a su alrededor. Cantaba canciones de cuna que escuchaba dentro de sus oídos, mientras poco a poco, éstas se mezclaban con una voz angelical que la llamaba por su nombre. Andreah vio a una bella dama de negros y abundantes cabellos bañados en oro, con un manto color perla ataviando su hermosa piel. La Dama le sonríe y la conduce de la mano hacia el centro del bosque, en ese lugar donde la tierra se desaparece. Suspendida en el agua, había una pirámide del tamaño de una casa, con una puerta central por la que la Dama se apresura a entrar.

Andreah tiene miedo. El lugar está oscuro. La dama la toma de la mano y con un sutil gesto ilumina el lugar. Es una pirámide con bloquecitos dorados por paredes y un gran salón central, que termina en una especie de altar, al subir unos pocos peldaños. Al lado derecho del altar, está una puerta invisible hacia un salón contiguo, al que Andreah no puede acceder.

-Mi nombre es Betzhabeth-. Dice la Bella Dama. -He venido a guiarte hacia el Maestro-.

Sin tiempo de reaccionar, Andreah observa cómo desde el salón contiguo, aparece una figura resplandeciente que flota hacia ella. Betzhabeth se inclina ante El, y todo el lugar se torna del color del cielo después de la lluvia.

-Gracias por venir-. Dice el Maestro inclinándose a su vez, respondiendo así al saludo de Betzhabeth. Observa a Andreah contener el aliento, desviar la mirada, tomar la mano de su Guía, apretar los ojos.

–No temas, estás aquí porque tengo un mensaje para ti-.

Andreah abre los ojos todo lo que puede, intentando descubrir el rostro de quien le habla.

-Tú sabes quién soy-. Le dice. Sorprendiéndola al escuchar sus pensamientos. –Yo soy quien te habla cuando duermes, Yo Soy quien te ha mostrado el pergamino anoche, por eso no podías dormir-.

-Tengo miedo, quiero salir de aquí-. Menciona Andreah, bajito, mientras empieza a llorar. Todo le da vueltas, siente muchas náuseas y su cabeza comienza a vibrar. Betzhabeth se apresura a abrazarla, la lleva hasta el altar, le pide que se acueste. Pone las manos en la cabeza y el corazón de la niña, y se conecta en un circuito universal que reactiva su energía y que luego de unos instantes la ayuda a purificarse.

-Todo estará bien-. Le dice. No temas.

–Hay unos símbolos en esta pirámide que te guiarán hasta el pergamino número uno-. Explica el Maestro. –Búscalos-.

Andreah observa a Betzhabeth asentir con la cabeza, por ello, desciende las escaleras, camina hacia los bloques dorados que conforman la pared izquierda de la primera sala de la pirámide, y toca cada uno de ellos, buscando depresiones, luces o formas que le puedan dar una pista.

Poco a poco, van apareciendo imágenes que se activan al ser tocadas por la niña. Andreah logra observar cómo se forma el número 1 y un espiral que gira tres vueltas en el sentido opuesto al reloj. Los dos símbolos están uno al lado del otro, en un sólo bloque. En el bloque continuo de la derecha, aparecen dos varas verticales que se inclinan ligeramente en la punta de abajo, como si se fueran a tocar si se prolongaran, y en el bloque siguiente, a la derecha también, se encuentra el número 7. Luego, debajo del primer bloque grabado, aparece la imagen de un alce.

Todo se queda en silencio. Se encienden unas antorchas a lado y lado del altar, y Andreah vuelve a aferrarse a su Dama, quien le toma de las manos y la hace observarlas, apareciendo en ellas un pergamino. –Léelo-, le dice, mientras sigue sosteniendo sus temblorosas manos.

-Son unos jeroglíficos que no entiendo-. Dice Andreah con desespero.

-Léelo-. Insiste su guía. Andreah lo mira otra vez, y descubre como en su mente aparecen imágenes que poco a poco van develando un significado.

“Yo Soy el Camino, El Camino es el Amor…

Andreah levanta la mirada y suspende sus palabras por la sorpresa.

-Continúa-. Le dice suavemente su guía.

“Yo Soy el Camino, El camino es el Amor. No temas, porque Dios…

-Está roto, no puedo leer nada más-. Dice Andreah, levantando la voz.

-El pergamino está en tus sueños-. Le dice Betzhabeth. –Búscalo-.

Andreah cierra los ojos y trata de recordar el sueño de la noche anterior. Súbitamente aparece frente a ella una gran planta verde agua marina.

–Ella es la Planta Espíritu-. Continúa la Dama. –Ella es quien guarda el secreto de los Siete Pergaminos, Los Siete Mensajes del Maestro. Pídele que te muestre el pergamino original, ese que no ha sido dañado por ningún ser…

Andreah se inclina ante la Planta Espíritu y toma de su tierra un pergamino color blanco marfil con hilos dorados. Lo desata y comienza a leer:

“Yo soy el Camino, y el Camino es el Amor. No temas, Dios está dentro de ti.”

“Yo Soy el Fuego interior, ese que está dentro de tu corazón. El fuego interior está en la pirámide de tu corazón”.

Andreah enrolla el pergamino de nuevo, y guiada por la bella Dama, lo entierra en la Planta Espíritu.

-Ese es el primer Mensaje-. Indica el Maestro. -Para reactivar tu Fuego Interior, debes purificar tus cuerpos, y para eso debes utilizar la pirámide. Abre tus manos-.

Andreah observa entre sus manos una pirámide.

-Este es el modelo de la pirámide que debes usar-. Le dice el maestro.

La pirámide es de cobre, tiene 7.5 centímetros de base por 11.3 centímetros de alto. Tiene cuatro lados y una base, y llega hasta la punta. Todas las paredes son lisas y gruesas, aunque no es maciza. Tiene en la base un papel rojo tipo transparente que tiene una intención escrita: REACTIVAR EL FUEGO INTERIOR

-Cada Ser debe ubicar la pirámide en su entrecejo, el corazón, el ombligo, el sexo, las rodillas (juntas), y en los pies (juntos, flexionándolos, y poniendo la pirámide entre ellos, en el dorso de los pies)-. Explica lentamente el Maestro. -En cada lugar, la pirámide generará un estado de limpieza, purificación y reactivación del Fuego interior, que lo reconectará con la energía Divina. La terapia debe ser realizada con Fe, iniciando con una invocación al Dios Supremo, a quien le pedirás la purificación y la sanación para tus cuerpos. Luego se pone la pirámide en cada lugar, en el orden estipulado, el tiempo que se considere necesario…

Los Seres humanos se van a extrañar por esto-. Dice el Maestro luego de una pausa.

-¿Por qué?. Pregunta rápidamente Andreah.

-Porque no creen. Pero las pirámides han sido creadas para eso. Su forma geométrica, con las bases en la tierra, pero la punta que apunta al Cielo. Y es una punta fina, que le permite mayor elevación, mayor profundidad de alcance, hacia arriba. Pero abajo es ancha, para que tenga también mayor cobertura. Eso hace que irradie más abajo, conectándose más con la tierra. Además, permite que entre por todos lados la energía. Las pirámides son la forma más segura de conectarse con la tierra, recibiendo la energía del cielo-.

Y luego de una reflexión, el Maestro le revela a Andreah: -Las pirámides son un lugar de meditación, de Sanación, una fuente de purificación, una fuente de energía conectada con la Gran Energía Universal. Ellas siempre han simbolizado eso-.

Andreah permanece en silencio. Le preocupa no poder recordar toda la información que ha recibido. Cierra los ojos, toma su cabeza entre las manos, llama a su Guía, la cual toca ligeramente su hombro para recordarle que está allí.

-Por hoy es suficiente. Este es el primer pergamino, que contiene el primer mensaje. Recuerda la pirámide, debes tenerla contigo también, colgada al cuello, en una cadena. No te preocupes, ella te encontrará pronto, y desde entonces siempre la llevarás contigo-.

Andreah se toca el cuello, visualizando una pequeña pirámide atada a una cadenilla.

-Debes volver en tres días-. Continúa el Maestro. –Son siete pergaminos, siete mensajes que recibirás cuando sea el momento. Ahora puedes irte-.

Betzhabeth inclina su cabeza. El Maestro también. Andrea se inclina torpemente, por lo cual el Maestro le sonríe y le dice hasta pronto.

Betzhabeth se despide también, acompañando a Andreah hacia afuera de la pirámide.

-Maestro. ¿Puedo decirlo?. ¿Puedo contar esto que me has dicho?. Pregunta Andreah.

-Claro que si-. Se escucha La Voz. -Ellos lo saben, pero ahora hay prisa por hacerlo. Se está acabando el tiempo.

Andreah asiente con la cabeza, mientras desciende a través de unas escaleras, hacia la profundidad…

Marzo 3 del 2010.

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